20 de julio de 2013

LA CULPA COMO POSIBILIDAD DE CAMBIO

Ainara Campos Sierra

Extraído de la tesina “La equivocación, la culpa y el perdón ó la reparación del vínculo amoroso interno en el proceso psicoterapeútico gestáltico”. 


Acertar implica dirigirse a y dar en el objetivo o diana, por tanto implica estar presente. La equivocación entonces supone estar ausente. 
Escindimos partes de nosotros que consideramos equivocadas o no aceptadas para sobrevivir en el mundo, y justo ahí está el error o la equivocación. Darnos cuenta de esto es el primer paso para la integración y el nacimiento de un ser más completo. Pero para ello hemos de cuestionarnos el modelo construido y atrevernos a traspasar la equivocación. 

No existen cualidades negativas y de hecho las cualidades son las que nos posibilitan adaptarnos a las situaciones cambiantes y satisfacer nuestras necesidades. Si por ejemplo no tengo capacidad de expresar mi agresividad no podré alimentarme o defenderme; si no tengo capacidad de conmoverme o de sentir la tristeza no sabré que necesito cariño o que el otro lo necesita y no podré satisfacer mi necesidad de cariño, acompañamiento y apoyo. Cuando somos niños nuestro entorno censura y restringe una serie de cualidades, las cuales cada uno de nosotros, sin darnos cuenta, restringiremos también de la expresión y finalmente de nosotros mismos. El problema reside en que esto que lo hicimos para sobrevivir en un ambiente, en el pasado, lo mantengamos en el presente, funcionando con la misma limitación que entonces. A esto se le llama neurosis y es lo que trabajamos en terapia. 

Volviendo a la equivocación, ésta nos va a permitir darnos cuenta de cómo nuestra forma de estar en el mundo hasta ese momento limita la expresión del ser. Reconocer e integrar lo que hacemos desajustado y desconectado de nosotros mismos es doloroso. Favoreciendo el proceso con actitud de apertura y flexibilidad cambiaremos a un nuevo estado o se ampliara nuestra conciencia a una nueva manera distinta a lo que creíamos ser. 

Integrar la equivocación implica madurar la experiencia y responsabilizarnos de lo que uno es. 

¿Cómo afrontamos la equivocación? 
Integrada la equivocación vemos que es un precursor de cambio y de movimiento. La vida supone cambio, y la forma de ser también. Aferrarnos a que nada cambie, no tolerar la frustración, que genera violencia, la tendencia a evitar el dolor y a buscar lo agradable y el placer nos maquiniza. ¿Cómo romper el automático, la inercia? La equivocación es una oportunidad. Pero no siempre la aprovechamos. ¿Cómo negamos y evitamos la equivocación? 

Formas que nos impiden ver la realidad cambiante 
1. El narcisismo 
Supone la negación o escisión de una parte de nosotros. 
Para evitar el conflicto que genera tomar conciencia de la diferencia entre la imagen del yo, la imagen de mí mismo y el yo corporal, la percepción directa y corporal de mí mismo, el narcisista se centra, poniendo su atención, en la imagen del yo y desatiende su yo corporal, con la consiguiente desatención de los sentimientos y emociones, que son las que nos mantienen conectados y en relación con el mundo. 

¿Por qué hace esto el narcisista? 
Normalmente esta identidad esta basada en una experiencia de no tener poder o control sobre sí, es está una experiencia de humillación y vulnerabilidad que no se puede sostener fácilmente por dolorosa. Así se niegan los sentimientos que la producen con la creencia de que si se controlan o niegan los sentimientos de esta experiencia se evita que la situación vuelva a repetirse. El individuo aprende a ejercer poder o control de si mismo identificándose con una imagen de si distorsionada. 
Como afirma Lowen “el control cumple la misma función que el poder, les protege de una posible humillación. Primero, se controlan a sí mismos negando los sentimientos que podrían volverlos vulnerables. Pero también tienden a controlar las situaciones en las que se encuentran: asegurarse de que otra persona vuelva a tener poder sobre ellos…”. 
El narcisista tiende a tener el poder y a ejercerlo para no sentirse vulnerable frente al otro. La experiencia infantil marca su relación con el mundo y se queda cristalizada como forma única de relacionarse. Se identifica con una parte de la realidad dejando fuera la que le hace sentir vulnerable o lo que pone en cuestión su idea del mundo. Así el narcisista tiende a negar la equivocación pues si se da cuenta de que las cosas no son como el cree, de alguna forma “se despierta”, deja de soñar con el ideal que cree ser y afronta su ser real; pero esto pasa por integrar las experiencias históricas negadas durante tanto tiempo y requiere afrontar ya no dolores imaginarios sino reales. Para el narcisista la equivocación es una buena herramienta para desvanecer la auto-imagen y humanizarse. 

2. La retroflexión 
Como recoge C. Naranjo en su libro “La vieja y novísima gestalt”, Perls le ha dado el nombre de retroflexión a la conducta mediante la cual una “persona se hace a sí misma lo que originariamente hizo o trató de hacer a otras personas u objetos. En lugar de dirigir sus energía a acciones sobre el ambiente que satisfacerá sus necesidades, él redirige la actividad hacia dentro y se pone a sí mismo como sustituto del ambiente, convirtiéndose, entonces en el blanco de su conducta” En la medida en que hace esto divide su personalidad en un “hacedor y en un “receptor de la acción”. 
La retroflexión es una inhibición del impulso, una represión de una conducta o comportamiento. Esta retroflexión es en algunos casos funcional, es decir tiene bases racionales. En otros casos, sin embargo es disfuncional. Cuando la persona hace algo “equivocado”, no cumple con lo que “se debe hacer” o “se debe ser”, cabe la posibilidad de que convierta lo que ha sucedido en contenido para la auto-acusación., en vez de en cuestionamiento de la norma o lo que debe ser o debe hacer. 
Cuando somos niños incorporamos lo que recibimos de nuestro entorno: normas, límites, actitudes, escalas de valores… y a partir de estas desarrollamos una identidad. Todo lo que hemos tragado se denominan introyectos. Estos introyectos no son cuestionados, o lo que es lo mismo no son masticados y digeridos hasta que el individuo no entra en una edad adulta y tiene la estructura psíquica necesaria para “hacer la digestión”. Si los introyectos no son digeridos, contaminan y bloquean el contacto consigo mismo y con el medio. 
Muchos de estos introyectos están constituidos por normas tragadas que la persona puede usar para la auto-punición. 
Si el individuo ha construido su carácter en torno a estos introyectos, el cuestionamiento de estos crea una crisis interna. La equivocación, es decir, saltarse la norma o el introyecto, puede ser una buena oportunidad para ver que las cosas pueden ser de otra forma y el mundo externo se sostiene y el mundo interno sufre un terremoto, que abre o puede incorporar la experiencia como base para la madurez y la digestión. En cambio, no sucede siempre así. Los introyectos pueden estar cristalizados y constituir un “código de ser y hacer fijo”. Y si la persona se los salta se siente culpable. Y esta culpa puede ser, como dice Norberto Levy “disfuncional”. La retroflexión es la forma que toma “el guardián del código”cuando las normas internas no son cumplidas y el contenido de la culpa pasa a ser “torturador” y la culpa se vuelve disfuncional. La descalificación significa que el culpador le dice al culpado qué el ha transgredido esa pauta porque es malo…” “El castigo, como su nombre lo indica, significa provocarle intencionalmente al culpado un sufrimiento determinado”. 
El retroflector se encuentra dividido entre lo que ha interiorizado del ambiente y él mismo. Establece una dinámica auto-punitiva que no le permite dar paso a una dinámica constructiva. Hay ocasiones en que los introyectos han de cuestionarse para ajustarse a las necesidades actuales y en continuo cambio del individuo. Y en otras ocasiones los introyectos son válidos y tienen base razonable por lo que el individuo puede digerirlos y asimilarlos como necesarios para su existencia. Por lo que la energía que pone el retroflector para cuestionarse y descalificarse a sí mismo no necesariamente se ha de reconvertir en una descalificación de los introyectos o normas tragadas sino en una comprensión y digestión de los mismos. En vez de “morderse” a sí mismo, morder y digerir los introyectos. 
Así dice N. Levy: “Cuando el culpador realiza el aprendizaje que le permite reconocer el error de la descalificación y el castigo, abandona progresivamente dichas reacciones y desarrolla la capacidad de expresar su desacuerdo con el culpado de un modo que no lo agravia y que, además lo instrumenta”. 

3. El miedo 
Cuando tenemos miedo a equivocarnos, y cuanto más amenazante sea este miedo más evitaremos la experiencia de equivocarnos. Y por tanto permaneceremos en un ratio de experiencia y de acción acotado, conocido y limitado, que nos produce una sensación de control y seguridad, pero que termina por estancarnos. Nuevamente los miedos a equivocarnos tienen sus raíces en la infancia, por diversos motivos y experiencias. Porque no nos permitían equivocarnos, porque estaba mal considerado, porque nos censuraban o castigaban, incluso nos pegaban, ó porque no nos ofrecían espacios donde hacer y movernos con un margen que nos permitiese explorar, descubrir y aprender incluidos nuestros “errores”. 
Esta reacción se puede observar en caracteres más rígidos y en caracteres donde la auto-imagen es importante, o tendencias de autocontrol, donde la equivocación no está incorporada como parte de la experiencia cotidiana. Por tanto posibilitar en la terapia espacios de experimentación donde quepa el error será muy positivo para estas personas, dándoles margen a equivocarse.

1 comentario:

fran dijo...

A lo escrito, añadir que, intentando ponerme en la piel de los y las terapeutas del ámbito Gestalt, me parece delicado, problemático y, al tiempo, estimulante conjugar, en cada caso particular, la noción de necesario refuerzo de la responsabilidad individual en el proceso de cambio personal; el acompañamiento reparador y sutilmente iluminador de los aspectos "atascados" del individuo; la sanadora ayuda a la incorporación de la admisión del error en el funcionamiento psíquico de la persona en terapia, eludiendo el peligro de que esta sienta que el "perdón", la aceptación, viene de fuera, del terapeuta, y no de sí mismo; y la multiplicidad de reverberaciones que se producen en el desarrollo de las sesiones grupales, donde toda persona participante es eco y espejo de todas las demás... Me viene a la mente la imagen de un equilibrista cruzando el vacío entre 2 rascacielos; ver la película MAN ON WIRE http://www.youtube.com/watch?v=m_0PAum18PU