Lo que en 1992 nació respondiendo a la necesidad en Donostia de un
comedor social, es ahora un centro de acogida para personas sin hogar.
El motivo de este cambio de finalidad es fruto de años de
observación de las personas que allí acuden. En un principio sólo
daban comidas, algo de lo que pronto se dieron cuenta que generaba
personas dependientes al tener la necesidad de alimentarse
cubierta.
Éste fue el principal motivo de que empezaran a exigir un proceso
personal a los usuarios, ofreciéndoles acompañamiento para ello. El
objetivo principal del proceso, son la higiene y la salud. Y
el acompañamiento, genera vínculos para ayudarles en los procesos.
Los comedores sociales de hoy en día, trabajan en red junto a otras
entidades con éste mismo objetivo, el desarrollo personal. Por ello las
personas que acuden son derivadas de otros proyectos a
los comedores que sólo se dedican a dar alimento.
Los centros de acogida dan a las personas la infraestructura que
necesitan en sus procesos personales, son el hogar de las personas sin
hogar.
No es lo mismo carecer de techo que carecer de hogar. Las personas
sin techo siguen teniendo una red social en la que pueden apoyar y
apoyarse. Las personas sin hogar han roto todo lazo afectivo
y relacional con las personas en las que podían apoyarse. Han roto
con el tejido social que tenían debido a haber vivido un número de
situaciones vitales estresantes que no han podido superar por
falta de capacidades y herramientas para ello. Es por ello que el
centro de acogida (y las personas que allí trabajan y acuden) suple esta
función en las personas sin hogar que empiezan un
proceso.
Dentro de los objetivos del centro de acogida también está el que
quien pueda retome su arraigo, ya que es más fácil retomar el arraigo
que construirlo de nuevo. Por ello son más exigentes con
las personas que aún no han acabado de romper el tejido social que
tienen generado. Quienes han roto su red social, es difícil que retomen
una vida normalizada, pueden hacer camino y proceso
personal pero siempre en base a sus capacidades y a lo que la
sociedad les permite. No hay integración posible en una sociedad
excluyente, por ello es necesaria la concienciación de la sociedad,
para que el cambio se de.
Todas las personas que acuden a Aterpe tienen derecho a recibir
comida, las restricciones son en cuanto a la comida caliente. Para
recibir comida caliente, cada persona que acude al centro tiene
que estar empadronada en Gipuzkoa y tienen que hacer un compromiso
de proceso personal que es evaluado con cierta periodicidad. Prima la
salud al aspecto económico, por ello es de vital
importancia en el centro la conciencia de enfermedad de las personas
que acuden a Aterpe.
Los perfiles de las personas que acudían y acuden a Aterpe, han
variado mucho. Ahora mismo hay perfiles nuevos por la crisis, por los
trabajos precarios de corta duración por ejemplo.
El centro calcula que atiende a 90-100 personas al día y que conocen
a entre 400 y 500 personas nuevas al año. El incremento de personas
atendidas entre 2009 y 2010 está estimado en un 15%.
Para mantenerse, el centro recibe subvenciones de la Diputación
Foral de Gipuzkoa, reciben donativos tanto personales como de empresas,
tienen socios que hacen aportaciones y en caso de no llegar
con todo esto, Cáritas o la iglesia, ponen más dinero.
Los donativos que reciben de personas y empresas, son tanto
monetarios como de alimentos o artículos de droguería. Hay empresas
comprometidas a donar cosas que han pactado anteriormente y otras
que donan sus excedentes.
También reciben alimentos del Banco de Alimentos de Gipuzkoa, con
quienes también intentan hacer una selección de lo que hay y llevarse
cosas necesarias y que se adecúen al plannning de las
comidas.
Además de esto hay alimentos que se compran. Pero son los menos, ya
que la mayoría del presupuesto se destina a artículos de droguería.
Otra forma de conseguir alimentos es a través de las campañas de
recogida de alimentos que hacen en las escuelas o en los grupos de
tiempo libre, en los que piden lo que necesitan explícitamente.
Las personas que acuden a Aterpe, piden dinero o reciben rentas y es
con esto con lo que compran alimentos. Sino piden alimentos
directamente en bares que están a punto de cerrar, como pueden ser
los bares de pintxos, o piden comida a las personas que están
comiendo en el McDonalds.
La persona sin hogar que escarba en la basura en busca de comida,
está ya en un escalón muy bajo. Otra cosa es que rebusquen en la basura
objetos para vender y así poder comprar comida o lo que
sea.
El decir que una persona está en un escalón muy bajo, no quiere
decir que no pueda caer en otro aún más bajo. Siempre hay más barro y el
proceso degenerativo no tiene fin, por lo que es
importante para el centro no dejar a estas personas “tocar fondo”
para que se den cuenta de que necesitan ayuda, no hay fondo. Este es el
motivo de que toda persona que acuda a Aterpe tiene
derecho a comida (a un desayuno, un bocadillo para comer y una
merienda) además del acceso al uso de las duchas y a los útiles de
higiene.
Después de años de debate acerca de los nombres técnicos que se
podían dar a las personas que acuden a Aterpe, han elegido el término
“participantes”, ya que están poniendo en práctica que
algunas personas sean voluntarias y partícipes en el funcionamiento
del centro. Hasta ahora el término más usado era el de “usuarios” pero
ha sido desechado porque sólo define a las personas que
hacen uso del centro y les parece que esto excluye y no los hace
partícipes del mismo. Esto tiene que ver con que las personas sin hogar
sientan el centro como su hogar y no como un mero comedor,
sala de estar, baño,… sino que tengan esa sensación de ser parte del
centro.
Los participantes que una vez cada 15 días ayudan en el centro de
manera voluntaria, se han sentido útiles y esto ha servido para reforzar
su autoestima, trabajar su pertenencia al grupo y para
que se vean capaces para alcanzar otros objetivos como puede ser el
volver a trabajar.
Putas, alcohólicos, drogadictos,… son términos que dan mala
impresión en la sociedad y por ello es importante para el centro un
término que impulse la integración de estas personas, un término
más calido, “hogareño” por decirlo de alguna manera. Aterpe se
convierte así en la estructura que cubre las necesidades básicas y de
pertenencia al grupo que impulsa los procesos personales de
las personas sin hogar.
Eider Martinez
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