5 de mayo de 2013

UN LUGAR PARA LA AGRESIVIDAD


Claudio Naranjo destaca la confianza básica en la rectitud de nuestra propia naturaleza como actitud del terapeuta Gestalt y, me atrevo a decir, de cualquier persona que está alineada con la Gestalt. Esta actitud invita al otro a conocerse y a descubrirse en su totalidad. Esta confianza nos permite reconocer como saludable la conciencia y la libertad de ser, de todo lo que la persona es. Por ello cualquier acto que oscurezca o niegue la conciencia de este todo que somos, es lo que entendemos por enfermedad. Así, la negación de la agresividad, parte de nuestra naturaleza humana, nos lleva a la enfermedad tanto mental, emocional como corporal.
Freud explicaba la agresividad cómo un Impulso de muerte. Sin embargo, tanto Reich como Perls, al contrario, la consideraron parte del Impulso de vida o Impulso unitario; una cualidad energética, junto con el Subimpulso tierno, del Impulso unitario. “La función esencial de esta cualidad energética que denominamos Subimpulso agresivo, es la de mantenernos en contacto con el mundo exterior y con la capacidad de acción sobre él, bien para procurarnos satisfacción y bienestar o para evitarnos insatisfacciones y displacer, sean estos reales o fantaseados.” (J.J. Albert Ternura y Agresividad Mandala Ediciones). 


La Autorregulación organísmica, es la capacidad y tendencia del organismo, en contacto con el campo en el que se encuentra, de hallar la manera de vivir, crecer y satisfacerse en relación a este. Cualquier perturbación en este flujo dentro-fuera que se da en el contacto y la retirada, reducirá la salud global de la persona. A su vez, este proceso que en Gestalt describimos a través del Ciclo de la experiencia, también puede verse interrumpido por distintos motivos dejando pendientes vivencias que llamamos Situaciones inconclusas, cuya acumulación también generará una disminución de la salud. 

Cómo hemos visto es la energía de la agresividad la que nos moviliza y dirige hacia afuera para completar estas experiencias vitales. Cuando esta energía es bloqueada o reprimida la persona queda paralizada ante cualquier contratiempo incapaz de hacer un buen contacto para completar el ciclo de la experiencia y retirarse. Paralizada, percibiendo la incomodidad, el sufrimiento, la injusticia, la indignación, la molestia, la falta, la traición, la insatisfacción… Desviada y entretenida en otros asuntos desconectada de la necesidad. Sin energía para ajustar o ajustarse al entorno, en la queja, el lamento, la discusión, la bronca, la seducción, la ansiedad... 

Por otro lado, nos encontramos con una sociedad que censura y restringe la expresión de esta a formas opresivas y favorece e invita la agresión ilimitada con maneras sofisticadas y políticamente correctas. Esto tambien provoca una inhibición temprana de esta cualidad energética que nos incapacita para manejar y sostener la excitación corporal que despierta en nuestro cuerpo. Viviendo con miedo nuestro propio impulso vital. En mi experiencia los miedos más comunes que he visto en el bloqueo de la agresividad son el miedo a perder al otro y el miedo a perder lo conocido (que no miedo a lo desconocido, pues esto ya indicaría un deseo o curiosidad por descubrir). Sin embargo, este es el impulso que nos acerca y nos permite un contacto auténtico con los demás y a su vez, nos procura un conocimiento de la vida real y profundo. 

 Esta ligera pincelada a vuelapluma sobre la agresividad  tiene la intención de invitar a quien lo lea, a concederse el permiso para adentrarse y profundizar en su agresividad. No para reprimirla, ni para agredir, sino para poner toda esa energía a disposición de su salud y su bienestar. En un momento tan displacentero e insatisfactorio como el actual la posibilidad de un cambio en parte requiere de darle un lugar social y personal a este impulso natural. 


 Oihana Ozkariz Collar

1 comentario:

fran dijo...

Me ha gustado el artículo. Asequible y comprensible para personas que, como yo, no tenemos una formación especializada en psicología. Añadir que me parece importante renovar el lenguaje, despojarlo de los prejuicios adheridos en el transcurso del tiempo. "Agresividad" pertenece al género de palabras que, para los legos en la materia, lleva una carga histórica negativa que dificulta entablar un diálogo sereno a su alrededor. Su uso entre profesionales no ofrece problemas, supongo, pero si queremos que este tipo de reflexiones salten la sociedad y germinen en ámbitos tan necesarios como la educación o la política, y generen cambios transversales, me parece necesario introducir modificaciones terminològicas que allanen resistencias.¿Impulso abrupto de vida? ¿Impulso unitario disgregador?