31 de marzo de 2013

¿QUÉ ES UN LÍMITE?

En psicología entendemos el concepto de límite como un impedimento. Esa cualidad o aspecto de la persona que le impide ir más allá de donde está, tanto a nivel emocional, moral, relacional, evolutivo, social, creativo, energético, físico…

También se puede entender el límite, como una línea divisoria de dos espacios, es la línea de contacto entre dos superficies. Donde acaba una, empieza la otra. La cualidad del límite determina las características del contacto entre estas dos superficies. En Gestalt llamamos a esto frontera de contacto, el límite en este caso, es una zona de contacto o frontera de contacto entre dos personas y la cualidad de la frontera de contacto determina las características del contacto entre estas.

 Lo importante en este caso no es cuál es el límite, sino cómo es el límite que pongo. Suave, firme, constante o cortante, rígido, momentáneo, coherente. Porque esto determina mi relación con el otro. Los límites deben fijarse de manera que no afecten el respeto y la autoestima de la otra persona. Se trata de poner límites sin que la otra se sienta humillada, ridiculizada o ignorada. Por que básicamente lo que va a recibir la otra persona  es  que así, de esa manera, no la queremos. Y es importante que comprenda que lo que no queremos es su conducta no a ella.

 Cuando hablamos de educar a niñ@s en los límites, en la cabeza de muchas personas se traduce en conseguir que “la/el niña/o me haga caso” o “obedezca a la primera”. Pero nos olvidamos de varias cosas.

Que la potencia sin control no sirve de nada, (eslogan de publicitario de neumáticos de los 90). Cuando nacemos somos puro impulso, carecemos de una contención voluntaria. A medida que desarrollamos diferentes capacidades cognitivas y corporales que nos ayudan a contenernos, vamos aprendiendo a esperar, a pedir, a negociar... De niños necesitamos, durante este aprendizaje, ser guiados por los adultos para aprender cómo realizar lo que deseamos de la manera más saludable. Así pues, al poner un límite le vamos restringir una conducta que surge impulsivamente. Como cuando un caudal de agua encuentra un canal con unos muros que la van a contener. En ese punto el agua se revuelve. Esto nos pasa a todos, lo que pasa es que se supone que una persona adulta ya ha pasado por este proceso de aprendizaje y sabe manejar este momento que llamamos frustración. Si la/el adulta/o en cuestión no ha aprendido a manejar este momento. Por favor, que se ponga a trabajar en ello, antes de intentar que “un/a niña/o le haga caso o le obedezca”

 Es un momento relacional de mucha intensidad, es un momento de fricción que va a poner a cada uno en su sitio. Y si en algo estamos de acuerdo todas las corrientes de la psicología es que este momento requiere tanto de amor, como de firmeza. A pesar de lo conflictivo que va a ser el contacto en este momento, no podemos olvidar justamente eso, que estamos en un delicado momento de contacto y de mucha intimidad. Necesitamos prestar especial atención de no pasarnos, ni quedarnos cortos en este momento relacional. Es imprescindible que la relación esté firmemente asentada en el respeto.

 El respeto es indispensable para que una persona desde su infancia pueda percibir los límites que le señalan. Que una persona perciba los límites que le ponen desde la infancia ayuda a confiar, a respetar y a conocerse. Confía en que no se le va a invadir, se da cuenta de que tiene un espacio en el mundo y conoce sus propios límites desarrollando su sentido de realidad. Y así también reconocer a la otra persona. Es muy importante la percepción del límite. Por ejemplo en una habitación con una puerta cerrada. Las personas llamadas obedientes no pasarán la puerta sin permiso. La diferencia es que esto no tiene nada que ver con que hayan percibido el límite que supone la puerta. Algunas de estas personas, ni siquiera se percatan de la puerta hasta que alguien se la señala. Su campo de visión está tan reducido que se comportan socialmente “bien”. No porque perciban el límite, sino porque se les ha enseñado a no ver más allá de lo establecido. Intentar que la/el niña/o no se dé cuenta de que le estamos restringiendo algo, evitar que perciba que le estoy limitando, sirve para evitar el conflicto, pero estoy impidiendo que se conozca (sus deseos, sus impulso, sus necesidades) y que aprenda a manejar estos conflictos. Por lo que siempre va a necesitar a alguien que le diga lo que tiene o no tiene que hacer sin que se entere. Esto es, que le manipulen. Porque ¿sabrá tolerar las emociones que perciba cuando las personas le hablen con honestidad y le confronten con la realidad?

 Lo que limitamos es la conducta, no los sentimientos que acompañan a esta conducta y mucho menos los sentimientos que generan esta limitación. Podemos pedir y mandar que alguien no haga alguna cosa, pero nunca se le puede pedir que no sienta algo o impedirle una emoción o sentimiento. Es aquí donde la niña/o precisa comprensión y acompañamiento, para que aprenda a aceptar todo el torrente de emociones contradictorias que siente y canalice, sin reprimir, el deseo y el impulso que continúa necesitando satisfacer.

 Los límites se basan en las necesidades. Las necesidades de todas las personas involucradas. No se trata ni de ver quién manda, ni de ver quién es la/el más buena/o. Cuando se va a plantear un plan, nos hace falta tener conciencia tanto de las necesidades del niña/o de 8 años como las del de 5, y las de los adulta/os que acompañan, incluidas las de una/o misma/o para determinar si vamos a ir a la playa o nos quedamos por el barrio, o vamos al cine o a casa de Pepito. Si reconozco las necesidades subyacentes a cada una de las personas, podré tomar una decisión con una buena base y el límite que ponga será más consistente y coherente. No por gritar o ponerse más dura/o una, sino por la propia coherencia del límite con las necesidades.

 Finalmente y retomando el discurso inicial, un límite no es solo marcar la imposibilidad de ir más allá. Sino todo lo que sucede en el organismo de una persona cuando no le es posible ir más allá.

Oihana Ozkariz Collar

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