Las ballenas. Esos enormes y bonachones parientes lejanos que tomaron en su evolución el camino de retorno al medio acuático, junto con otros primos más pequeños como los delfines, las orcas, los calderones, o los fascinantes narvales, auténticos unicornios marinos. Seres en su gran mayoría dotados de una gran inteligencia, tremendamente sociales y con algún sentido extra como el sónar.
¡Qué paz me transmitían los delfines al verlos jugar con la quilla del Ferry en el que trabajé una temporada! Tomaban impulso de las corrientes provocadas por el avance del barco acelerando repentinamente, saltaban fuera y durante un instante mi mirada coincidía con la de uno de aquellos juguetones.
¡Qué magia ver una cuadrilla de narvales deslizándose en la silenciosa inmensidad de los mares helados! ¡O la gigantesca animalidad de una ballena azul irrumpiendo en la lisa superficie oceánica!
Por no decir de la tremenda violencia desatada por el cachalote para cazar a su presa, el calamar gigante; o la fría destreza de una manada de orcas rematando su estrategia de caza.
Estos animales tienen una gran capacidad de comunicación. De hecho, el lenguaje de algunas especies de cetáceos es diez veces más complicado y extenso que el lenguaje humano. Sumamente comunicativos, se ha demostrado que cuando se unen una ballena del Atlántico Sur y otra del Atlántico Norte invierten una media hora para establecer un dialecto común a partir del cual se pueden empezar a comunicar.
También dan gran muestras de solidaridad con las desgracias del género humano. No son sólo leyendas los relatos de tripulaciones enteras salvadas de un naufragio por delfines que las remolcan en sus lomos hasta la costa. Se trata de casos auténticos (y no pocos) documentados.
Recientemente se ha descubierto y empezado a aplicar la terapia con cetáceos, principalemente delfines y también orcas y calderones al descubrirse que su contacto así como las vibraciones que emiten tienen efectos terapéuticos sobre el autismo, disfunciones afectivas e incluso algunos tipos de cáncer.
Tristemente, en poco tiempo hemos llevado a algunos de estos parientes al borde de la extinción. La mayoría de las grandes ballenas corren serio peligro de desaparición. Cuando menos, sus poblaciones ha sufrido un descenso preocupante. Concretamente la Ballena vasca (Eubalaena glacialis) se creía extinta hasta hace pocos años en que se han vuelto a ver algunos ejemplares. Tal y como narra B. Lertxundi en su canción, la última ballena vasca del Cantábrico fue cazada en la localidad de Orio en 1901. Este rorcual, de 18 mt. de longitud y hasta 80 toneladas de peso, acostumbraba a visitar junto con sus ballenatos las cálidas aguas de las bahías de la costa cantábrica (p.e. La Concha) en otoño e invierno. Juguetonas y curiosas no recelaban de los humanos hasta que era demasiado tarde. Sus cantos (son muy aficionadas a vocalizar en las zonas de cría) acompañaron la madrugada de nuestras localidades costeras durante siglos.
El pecado de algunos (como ciertas especies de delfines o las orcas) ha sido el de ignorar que competían con los humanos por presas comunes como sardinas, verdeles, calamares …. aunque la mayoría simplemente tenían suficiente carne y grasa como para despertar la codicia humana.
No es desdeñable la importancia de los cetáceos en la cadena ecológica. Los hay grandes depredadores como los cachalotes o las orcas. Otros devoran bancos enteros de peces pequeños o cardúmenes de krill, como los grandes rorcuales entre los que se encuentra la famosa Ballena azul. Cuando mueren sus cadáveres representan por sí solos un ecosistema diferente, sirviendo de alimento a un gran número de especies bentónicas (de fondo) durante meses.
Estamos hablando de especies cuyas poblaciones rondaban los diez mil o veinte mil indivíduos cuando no tenían depredadores por lo que la caza de una cantidad determinada de ejemplares supone porcentualmente una drástica reducción de su capacidad de supervivencia en comparación con cualquier otra especie animal.
Algunos países con un elevado grado de bienestar social (como Japón o Noruega) justifican sus matanzas de ballenas con excusas falsas, como la investigación científica para su conservación; cuando una de las pocas certezas científicas en materia de conservación de ballenas es que sus poblaciones han comenzado a descender desde que el hombre las mata.
A mi entender, este hecho es un síntoma más de la deriva humana hacia su autodestrucción (como la paradoja de las plagas de langosta, que perecen absolutamente todas tras devorar todo lo existente), del abotargamiento sentimental de una sociedad que, con la panza llena, prefiere devorar a estos seres dotados de una gran bondad y conciencia que beneficiarse de una interesante relación interespecífica.
Como dice el protagonista de la película “Instinto”, sólo tenemos que renunciar a la Dominación, ese aspecto humano que nos ha llevado a lo alto de la pirámide alimentaria y que a la vez amenaza, cuando menos, la riqueza de nuestra relación con el planeta.
Pero vivimos en la época del capitalismo y éste implica supervivencia mediante dominación, además de la asignación de un valor monetario a todo aquello que tenga cierta demanda. Y ahí lanzo la siguiente reflexión: siendo el ser humano el máximo exponente del “arte” de la dominación, a la vez que el de la supervivencia, tal vez incluyendo a las ballenas en nuestro sistema capitalista pudiéramos garantizar su permanencia. Lo que planteo supone poner un precio a cada ejemplar de ballena, asignar cada rebaño o manada al mejor postor y dejar que el propio sistema capitalista asegure su futuro, pues está demostrado que un rebaño con dueño dura, más aún si no existen depredadores. Los dueños de las manadas, por interés propio, se encargarían de mantener sus rebaños, incluso de aumentarlos. Es decir, hoy por hoy y de manera salvaje las ballenas son incapaces de sobrevivir a sus actuales depredadores (Japón, Noruega, Islandia y algún otro país). Ahora bien, si les ponemos unos dueños estos depredadores no tendrán acceso a la presa. Sería como poner mastines a los rebaños de ovejas para protegerlas de los lobos. Con la actual tecnología que permite el seguimiento vía satélite de un marcador previamente colocado en cada animal (lo más conveniente sería ponerle un microchip, como a los perros, al poco de nacer) los animales serían libres hasta el momento de su sacrificio. En fin, una idea.
Puestos a elegir, de todos modos, soy partidario de aplicar una moratoria que incluya a todos los cetáceos (es más, yo la haría extensible a todos los primates también) y que impida su captura en todo el planeta pues si se tratara de una cuestión de supervivencia humana sería otro cantar pero casualmente los países que permiten su pesca son algunos de los más desarrollados del planeta. Sin embargo, hasta el momento, la Comunidad Internacional no ha logrado que respeten esta moratoria. Aunque, ¿Quién sabe?, batallas más difíciles se han ganado y aunando fuerzas quizá se consiga sensibilizar a estos países para que abandonen definitivamente esta práctica y así todos podamos disfrutar de las ballenas y de los beneficios que puedan otorgarnos su relación con el ser humano.
¿Podremos salvar a estos maravillosos animales? ¿Volveremos a disfrutar de su canto en las noches de invierno?
Por Iñaki Jauregi Zabala
Dtor. del Parque NaturMendikosolo (Arrigorriaga)
2 comentarios:
Muy interesante tu exposición Iñaki. Lo que quiero compartir es que me da una gran pena pensar en que hemos de marcar, señalizar o monitorizar, y peor aún darle propietario, a estos animales que para mí siempre han representado la inmensa libertad en el inmenso océano.
Y quizá tus propuestas sean las más razonables y prácticas, como ya he leido en otros foros en que se proponen estas medidas extremas de conservación.
Hace tiemnpo tuve la misma sensación cuando se empezaban a acotar y regular los territorios con fines de conservación, bajo la figura de parques naturales (con sus diversas matizaciones). Supongo que tú lo ves con miras conservacionistas y puede que no haya otra solución, dado que una parte de la población humana es indiferente a la destrucción de la naturaleza. Y a la otra nos toca defender lo poco que va quedando.
Aún así, abogo por el derecho internacional, las moratorias y los boicots comerciales a los paises superdesarrollados, dominantes como dices tú, explotadores y esquilmadores de la naturaleza con talante e intencion capitalista.
Y también defiendo retomar una ética humanista para la tecnología. Según planteas, no nos quedaría otro remedio que usar esa tecnología vía satelite para controlar los especímenes censados y protegidos. Pero sólo me parece conveniente como medida correctora y si aún estamos a tiempo. No estoy de acuerdo en la carrera tecnológica de los conservacionistas frente a los expoliadroes y su tremenda e infernal tecnología de pesca que arrasa oceanos, especies, fondos,e tc. Como no estuve de aceurdo en la regulación de parques naturales, corredores, etc sin una política de ordenación del suelo y de freno a su especulación.
Esa carrera de medidas protectoras puede justificar demagógicamente el uso de las expoliadoras.
Creo que lo que conviene son medidas restrictivas, tomar conciencia de que ya nos hemos pasado del límite autoregulador y no queda otra solución que parar. Comparto los ¡basta ya!, los ¡nunca más! y otros gritos ecologistas.
Abogo por políticas de destecnologización, algo así como el desarme nuclear pero en la tecnología aplicada a otros fines. Intruducir leyes de restricción tecnológica por el bien común. No todo lo que descubre la emnte humana es para nuestro bien, porque la mente humana tiene muchos matices y también signos de enfermedad y autodestrucción.
Por ejemplo lo que hemos llegado a hacer con la pesca y que siguen haciendo esas superpotencias pesqueras como Japon, Noruega, Islandia, e incluso España (creo que la segunda potencia mundial en flota pesquera).
Muchos abogan por un regreso radical a tecnicas "suaves", no tradicionales del tipo barcaza y arpón en mano, pero sí con una tecnología limitada; exisaten propuestas de regreso a naves pesqueras con tecnología y potencia limitada. Y esto sí podría combianrse son tecnología avanzada de control y protección de las especies en peligro. Se acabó el tiempo romántico de los balleneros vascos, es el tiempo de los armadores vascos y sus inversiones en multinacionales de pesca y de ejercitos privados de seguridad. Esta es nuestra realaidad más cercana, aunque no nos guste ver como hemos traicionado nuestra herencia cultural.
Una política de conservación de la naturalez ha de ir acompañada, en mi opinión (que me he hecho a partir de propuestas de grupos ecopolíticos), de una política de derecho internacional, otra de mercado y otra tecnológica.
Amigo, vivimos malos tiempos para la Naturaleza. especialmente para la naturaleza humana.
Juanjo Díaz
Me ha gustado mucho tu artículo Iñaki. Denota un gran gusto y amor por los animales.
Con respecto a la teoría de la evolución no recordaba que hubises habido animales, como las ballenas y delfines, y entiendo que todos los mamíferos que volvieron al agua, hubiesen "vuelto al agua" habiendo vivido en tierra por un tiempo. Y hablando me han confirmado que efectivamnete fue así. Y me pregunto qué les haría regresar al agua. Supongo que eran demasiado grandes para vivir en la tierra, y moverse en ella.
Con respecto al planteamiento que realizas de comprar a los animales como solución al cese de su caza, me niego en rotundo, ya que lo veo como una trampa más del capitalismo salvaje en el que estamos. Ya que no creo que el dinedo de todos los que queremos vivir más amorosa y respetuosamente con todas las personas, animales, plantas, con el planeta, nos llegue para pagarlo todo. Lo que quiero decir con esto, es que finalmente, si dejamos las cosas en manos del capital, los más ricos serán los que se adueñen de estos animales, como lo hacen con los recursos minerales, tierras y vidas de las personas, etc. Y tengan por tanto, con su carné de pastor todo el derecho para hacer con "sus ballenas" lo que quieran. Y como la ética no existe, nuevamnete enstamos en las mismas y peor aún.
ya que ellos, como hacen con todo lo demás tendrían el poder del mercado para jugar con él como hacen con él y otros "productos".
Abogo por el desarrollo de una conciencia social y planetaria más justa y respetuosa con las personas y el medio.
Además de apoyar como dice Juanjo, todas las moratorias que hagan falta para parar la esquilmación, la denuncia de paises y empresas que ejercen la esquilma y el boicot de las mismas, apoyando el sostén ecológico y las empresas que nos respeten.
Ainara Campo
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