9 de abril de 2013

EL TRAUMA Y SUS CONSECUENCIAS

Ainara Campos Sierra
“Generalmente se denomina trauma psíquico tanto a un evento que amenaza profundamente el bienestar o la vida de un individuo, como a la consecuencia de ese evento en el aparato o estructura mental o vida emocional del mismo. Desde un punto de vista psicológico, Pierre Janet, extiende el concepto a incluir resultados no físicos: para él, el daño o lesión es "funcional", es decir, afecta a complejos o grupos de comportamientos, sucesos fisiológicos (tales como la digestión, etc.); sensaciones; emociones e incluso ideas.” (Ref. Wikipedia). 

En gestalt entendemos por trauma la experiencia puntual y/o las experiencias continuadas y sostenidas que producen en la persona, en el caso del niño/a, una fijación brusca de su carácter, a nivel corporal, emocional y mental, que le limitan, más o menos fuertemente, según el grado del trauma, en su capacidad de acción y de plasticidad para entender, expresarse y actuar en el mundo y consigo mismo/a. 

El efecto que una experiencia va a tener en un individuo va a depender de su desarrollo, madurez, conocimientos de la experiencia y de los recursos de los que disponga tanto internos como externos. Por tanto dependiendo de su situación, estado y capacidades, podrá asimilar mejor o peor la experiencia, la cual podrá ser más o menos traumática. Pudiendo resultar más traumática cuantos menos recursos y menor nivel de desarrollo (corporal, mental y emocional) tenga la persona y cuanto mayor haya sido del impacto de la experiencia traumática en el organismo. 

Teniendo en cuenta que las experiencias quedan marcadas en nuestro organismo, los traumas también quedarán como experiencias arraigadas en el mismo, pendientes de integrarse, limitando y condicionando nuestro modo de vivir y de entender la vida. Corporalmente quedan como rigideces, tensiones y bloqueos que limitan nuestra capacidad de acción, de movimiento y de energía libre con la que actuar y hacer en la vida. Emocionalmente como un abanico limitado de emociones y de capacidad de expresión, quedando según el carácter, limitados a una o dos emociones predominantes, como por ejemplo la rabia y el miedo, desde la que vivimos y nos expresamos en la vida intimidatoriamente, imponiéndonos o sometiéndonos. A nivel mental habrá una serie de mensajes y de creencias subyacentes a esta forma de entender y de vivir la vida, más o menos conscientes, según el grado de neurosis, que nos estarán condicionando igualmente a ser y comportarnos de un modo determinado, excluyendo otras formas de entender y de vivir la vida. Siguiendo con el ejemplo anterior, la persona regida predominantemente por la rabia, puede creer que “siempre será mejor tener el poder y estar por encima de los demás”. Idea creada en aquella situación traumática, que por no poder asimilar cristalizó de esta forma y según el grado del impacto, por la fuerza con la que se vivió, sigue operando de un modo subterráneo, aunque no menos efectivo y fuerte. 

En el trabajo terapéutico traemos al presente la experiencia o experiencias que no pudimos asimilar, experimentándolas aquí y ahora del modo más completo posible, favoreciendo así la integración de la misma, dando espacio a la expresión de la emoción que quedó reprimida entonces, así como a la acción reparadora o expresiva, lo que nos lleva a una nueva comprensión y a un nuevo orden de las cosas. Llegados a este punto uno puede comprender algo más de si mismo y de las circunstancias que le rodeaban entonces y de la situación que vive hoy en día, y puede tomar una mayor distancia que le permite ser más consciente de sí mismo y por tanto ampliar su capacidad de expresión, entendimiento y de actuación. Saliendo de automatismos y ganando en libertad. 

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