Los aspectos de la realidad a los que puedo atender en un momento y lugar determinados son prácticamente infinitos y puedo hacerlo a través de los seis sentidos que el cuerpo tiene para percibir. Pero yo elijo atender a una zona y no a otra, priorizando un sentido y no otro.
En Gestalt las zonas de conciencia que distinguimos son: la zona externa, la zona interna y la zona de la fantasía.
La zona externa es la que se refiere a aquellos objetos y eventos de la realidad que suceden más allá de los límites de mi cuerpo aquí y ahora. Es el azul del bolígrafo con el que escribo, el roce de la punta que se desliza sobre el papel o las voces de los vecinos en el piso de arriba.
La zona interna se encuentra bajo mi piel, es lo que siento aquí y ahora: el escozor, las tensiones musculares, el movimiento, las manifestaciones físicas de los sentimientos y emociones, las sensaciones de molestia, el agrado y el desagrado…
La zona de la fantasía pertenece al mundo de los pensamientos y las imágenes, son los planes que hago para mañana, los recuerdos de mi infancia, la lección que memorizo para el examen, son mis prejuicios y mis ideas preconcebidas de la realidad…
Existe una diferencia cualitativa fundamental entre las zonas interna y externa y la de la fantasía. Las dos primeras nos muestran la realidad tal y como la vivencio en estos momentos. No está sujeta a juicios, opiniones o subjetividades, no me la puedo inventar, es así, lo quiera yo o no, sólo puedo atenderla o no atenderla. No obstante, que no la atienda no significa que no esté sucediendo, influye en mi vida de igual modo. Si soy consciente podré hacer algo con ello, si no, me quedo a su merced.
El mundo de la fantasía se mueve por otros parámetros, son los prejuicios, planes, memorias… solo suceden en mi mente, son constructos de mi pensamiento y por tanto, carecen de una realidad sólida más halla de la que yo quiera atribuirle.
La terapia Gestalt, es la terapia de lo obvio, pues es en lo obvio, en lo que hay aquí y ahora donde encontramos la salida a las trampas que nos mantienen en automatismos que si bien en nuestra infancia nos sirvieron para sobrevivir a entonos hostiles para nosotros, en la actualidad, por su rigidez, no nos permiten vivir con la plenitud a la que como seres humanos podemos acceder.
Este trabajo con lo obvio comienza ejercitando la toma de conciencia del lugar al que se dirige nuestra atención, a la zona que fundamentalmente habita nuestra conciencia. Así, si nuestra atención se dirige sobre todo al mundo de la fantasía estaremos más lejos de la realidad que si lo hace a las zonas externa o interna de la experiencia.
Por otro lado, si nuestra atención se centra fundamentalmente en el mundo interno o el externo, en el primer caso careceremos de los referentes externos necesarios para encontrar el alimento corporal, emocional o espiritual que necesitamos para vivir con plenitud, y en el segundo, tendremos dificultad para percibir nuestras necesidades y, en consecuencia, careceremos del impulso necesario para satisfacerlas.
Para llegar a vivir una vida plena es necesario atender a todas las zonas de conciencia, pero para ello debemos comenzar por el principio: saber hacia dónde se dirige el flujo de nuestra conciencia en cada momento.
Ttala Lizarraga
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