Ainara Campos Sierra
La cara es la zona de nuestro cuerpo más expuesta a la mirada y al contacto con el otro.
Mirándola podemos saber el estado emocional de la persona que tenemos enfrente. Si está enfadada, contenta, triste, con asco, temerosa o sorprendida.
A veces las emociones son controladas y la cara y la expresión emocional permanece sostenida y rígida. La persona adopta una expresión fija de enfado, sonrisa, asombro, temor, pena o inexpresión. Cuando esto es así, realmente le cuesta expresar, y sentir, otra emoción que no sea en la que se ha quedado fijada.
En estos casos, la persona puede que no sea consciente de que se mantiene con una única expresión y que vive la vida en esa única sintonía.
En estos casos, la persona puede que no sea consciente de que se mantiene con una única expresión y que vive la vida en esa única sintonía.
Esta fijación a un estado emocional concreto es una fijación infantil creada en la infancia para proteger su integridad frente al adulto, al no ser aceptado por alegre, rabioso o la emoción que sea que no es aceptada. Al ser esta emoción rechazada queda tapada por una mueca y una expresión fija.
Estas expresiones fijas que en un momento dado nos sirvieron, cuando se convierten en algo fijo y rígido reducen enormemente la vitalidad de la persona. Ya que no es solo que su cara esté fija sino que todo su organismo se ha quedado bloqueado, fijado y mediatizado en su desarrollo para evitar vivir esta emoción.
En el trabajo terapéutico a medida que la persona toma conciencia de su estado y de las vivencias y experiencias asociadas va ganando en expresividad y en energía vital, pudiéndose dirigir hacia una expresión libre.
No hay comentarios:
Publicar un comentario